artistas.humanistas@gmail.com
El cuadro de nuestra cabecera es de Silent Autum de Australia


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Rubèn Morales Monroy


La huella en la historia del Arte guatemalteco y latinoamericano del teatrista Rubén Morales Monroy es innegable. A través de las tablas y la formación de generaciones mostró que con poco Guatemala es Poesible. Solo se necesita una dosis de amor a la humanidad y a la Patria. A continuación quien es reconocido como el discípulo que lo ha relevado y el mas autorizado para hacerlo, escribe al respecto, Fernando Erazo, Lic. en Piscología y  en Arte dramático con especialidad en Dirección; Director Fundador del TAF, Teatro Arte Facetas de Guatemala.

POR FERNANDO ERAZO. Recuerdo a mi maestro Rubén Morales Monroy en dos momentos un tanto diferentes, a partir de mi llegada a la Universidad Popular (UP) en 1984 y mi retorno en 1992. En el primer momento su salud era bastante estable y la energía brotaba por todo su ser, la disciplina extrema y su recia personalidad formaban una coraza que lo hacía ver muchas veces inaccesible.

Yo apenas tenía 16 años en esa época, y posiblemente mi percepción no haya sido la más consistente, sin embargo, admirar al Maestro no era difícil, por el contrario, su mística de trabajo, su entrega a la formación de actores y actrices y su evidente perseverancia dejó en mí un alto concepto de él.

Aquel hombre no sólo era maestro, director y teatrista, ante todo era un ser humano con virtudes y defectos como cualquier otro, pero con una visión bien definida que puede valorarse en productos concretos, en sus aportes al arte teatral guatemalteco, como pocos lo han hecho. Yo afortunadamente conocí sus virtudes más que sus defectos.

Estoy convencido que los estudiantes que apreciamos su lado bueno, todos aquellos que nos enfocamos en su enseñanza, tenemos gratos recuerdos y algunos tuvimos el privilegio de recibir consejos de él. Cuando ingresé a la UP en el 84, éramos alrededor de 280 personas, el auditórium estaba lleno, recuerdo que el maestro habló de la importancia de prepararse académicamente y que el teatro estuviera al alcance de toda la población, dio a conocer la academia de arte dramático de la clase obrera y presentó a los maestros que eran ya personalidades en el ámbito teatral.

En aquella oportunidad resaltó el interés y presencia de un joven lustrador que estaba allí con la intención de estudiar teatro. Todavía la UP tenía el enfoque obrero, éramos de diferentes grados académicos, algunos no tenían ni la primaria completa, otros eran comerciantes, albañiles, vendedores, oficinistas, amas de casa, panaderos, y cualquier otra ocupación que se nos pueda ocurrir. Pero ante todo se miraban grandes talentos en el escenario, donde los títulos y alcances académicos dejaban de ser relevantes, se imponía el talento y la actuación de alta calidad.

En una oportunidad nos encontrábamos en el edificio que ocupa actualmente una oficina del ministerio público, ubicado entre la UP y la Iglesia Capuchinas. Dicho edificio (que se sabe es propiedad de la UP), había quedado semi-destruido por el terremoto de 1976, allí, en el primer nivel se recibían algunas clases y se contaba con otros niveles para ensayos, por supuesto, todo el tiempo sentíamos la tierra y los cambios de clima casi directamente; en algunos niveles no había energía eléctrica…

Una noche de luna llena estábamos en el frontispicio del edificio, un grupo de aproximadamente 40 estudiantes de diferentes grados, cantando al ritmo de una guitarra, la velada era verdaderamente impresionante, hasta que oímos que alguien venía corriendo y dijo asustado con un grito ahogado: ¡El Maestro! y como arte de magia aquel grupo desapareció por la décima avenida… El maestro llegó e increpó a un par que logró divisar. Nos vio fijamente queriéndonos reconocer rápidamente en la penumbra de la noche… éramos dos o tres pelones que quedamos allí, él preguntó quienes estaban y dijimos que no los conocíamos por nombre porque éramos nuevos, lo cual era cierto. Le pregunté por qué no podíamos estar allí y me dijo que el problema no era estar allí, sino que estábamos casi en la vía pública haciendo mucho ruido y había que respetar a los vecinos. Al día siguiente regañó principalmente a los de segundo y tercer grado y a los que esperaban práctica.

En el segundo momento de mi estancia en la Academia de Arte Dramático de la UP, entre 1992 y 1995 decidí concluir mis estudios de teatro, volví a comenzar desde el primer grado, el maestro mostraba ya ciertos quebrantos de salud, su personalidad seguía siendo fuerte, pero no se comparaba con el primer momento, tenía una serie de personas a su alrededor que parecían influir en él, parecía un tanto desprotegido y más moderado en su conducta, en esa época ponía en escena las obras que habían sido exitosas en el pasado.

Cuando me vio actuar en un par de ejercicios del primer grado me invitó a trabajar en la obra “El Fabricante de Deudas” en donde tendría que sustituir al gran actor guatemalteco: Mario Abal -que en paz descanse- él no podía terminar la temporada y el maestro me propuso que entrara a “torear el personaje”, realmente tuvimos unos cuantos ensayos en un par de semanas y finalmente logré la interpretación. Un día en los corredores de la UP me dijo: ¿Usted ya había hecho teatro verdad? Sí, -le dije- “Usted me dio clases en 1984 y después estuve en el TAU y en las Muestras de Teatro Departamental Norma Padilla” Con razón –me dijo- se nota. Esas palabras fueron muy significativas en mi carrera artística porque me dieron certeza del esfuerzo que venía realizando por prepararme académicamente en teatro.

Poco después se enteró que yo tenía un grupo de teatro y que me mantenía activo desde hacía tiempo, me dijo: ¡Venga para acá, ya me enteré que anda en un grupúsculo de teatro! Le confirmé que había fundado el grupo Facetas en 1989, pero que en ese momento mi prioridad era estudiar en la UP y no iba a fallar. Bueno –me dijo- porque cuando andan con esos “grupúsculos” dejan de estudiar… -Él estaba enterado de todo lo que ocurría con el teatro y sus estudiantes afuera de la UP.-

En 1994 participé con mi grupo en un certamen y no ganamos a pesar que tuvimos muy buena crítica, al llegar a la UP me sorprendió encontrarlo, porque parecía que me estaba esperando, me dijo: “Fernando, venga para acá, ¿usted participó en el certamen de hoy verdad? Ya sé que no ganaron, pero que su obra estaba buena. Usted siga adelante, no se sienta mal, usted tiene mucho que dar al teatro, yo se que ustedes merecían ganar. No deje de dirigir”. Estas frases fueron muy inspiradoras para mí, sobre todo porque la vida me llevó a la dirección escénica, más que a la actuación que es mi mayor pasión.

En su último año de vida me dio un consejo que marcó significativamente mi forma de abordar la dirección escénica; por alguna razón se acercó a mí, posiblemente se reflejaba mi cansancio o había recibido “información” de mi “compulsividad” con el teatro, me dijo: “Fernando, le voy a dar un consejo, su salud es más importante que cualquier cosa, hoy tenemos un gran éxito y mañana nadie se acuerda, míreme a mí, ya estoy grande y bien enfermo, la salud ya no se recupera”…

Realmente fueron pocos los momentos que estuve cerca de él, porque en este segundo momento quise evitar comentarios nocivos que eran propios hacia la gente que se mantenía a su alrededor o buscando su cubículo. Me siento satisfecho y agradecido de haber sido su alumno, de haber recibido su orientación y consejo. Y que me haya valorado como actor al darme oportunidades significativas en las obras que montó en esa época como Pascual Abah, Relajos Matrimoniales, el General Otte y el Pescado Indigesto entre otras…

El día que lo llevaron al hospital antes de su muerte fui a verlo a la UP, entonces si entré a su cubículo, allí estaba acostado en una improvisada cama, su rostro reflejaba más que dolor físico una profunda necesidad de afecto, se percibía en él cierta soledad a pesar de estar acompañado de quienes siempre estuvieron a su alrededor. Cuando lo saludé me dijo “Aquí mire… hoy si creo que ya no regreso”… “No diga eso le dije, ya va a ver que al rato va estar aquí bien”… le tapé sus pies y se los froté para darle calor…

Al poco tiempo falleció mi maestro, ese gran maestro del teatro guatemalteco, quien sigue presente en mis recuerdos, en mis obras y en mi teatro…

No hay comentarios:

Publicar un comentario