La huella en la
historia del Arte guatemalteco y latinoamericano del teatrista Rubén Morales
Monroy es innegable. A través de las tablas y la formación de generaciones mostró
que con poco Guatemala es Poesible. Solo se necesita una dosis de amor a la
humanidad y a la Patria. A continuación quien es reconocido como el discípulo que
lo ha relevado y el mas autorizado para hacerlo, escribe al respecto, Fernando
Erazo, Lic. en Piscología y en Arte
dramático con especialidad en Dirección; Director Fundador del TAF, Teatro Arte
Facetas de Guatemala.
POR FERNANDO
ERAZO. Recuerdo a mi maestro Rubén Morales Monroy en dos momentos un tanto
diferentes, a partir de mi llegada a la Universidad Popular (UP) en 1984 y mi
retorno en 1992. En el primer momento su salud era bastante estable y la
energía brotaba por todo su ser, la disciplina extrema y su recia personalidad
formaban una coraza que lo hacía ver muchas veces inaccesible.
Yo apenas tenía
16 años en esa época, y posiblemente mi percepción no haya sido la más
consistente, sin embargo, admirar al Maestro no era difícil, por el contrario,
su mística de trabajo, su entrega a la formación de actores y actrices y su
evidente perseverancia dejó en mí un alto concepto de él.
Aquel hombre no
sólo era maestro, director y teatrista, ante todo era un ser humano con
virtudes y defectos como cualquier otro, pero con una visión bien definida que
puede valorarse en productos concretos, en sus aportes al arte teatral
guatemalteco, como pocos lo han hecho. Yo afortunadamente conocí sus virtudes
más que sus defectos.
Estoy convencido
que los estudiantes que apreciamos su lado bueno, todos aquellos que nos
enfocamos en su enseñanza, tenemos gratos recuerdos y algunos tuvimos el
privilegio de recibir consejos de él. Cuando ingresé a la UP en el 84, éramos
alrededor de 280 personas, el auditórium estaba lleno, recuerdo que el maestro
habló de la importancia de prepararse académicamente y que el teatro estuviera
al alcance de toda la población, dio a conocer la academia de arte dramático de
la clase obrera y presentó a los maestros que eran ya personalidades en el
ámbito teatral.
En aquella
oportunidad resaltó el interés y presencia de un joven lustrador que estaba
allí con la intención de estudiar teatro. Todavía la UP tenía el enfoque
obrero, éramos de diferentes grados académicos, algunos no tenían ni la
primaria completa, otros eran comerciantes, albañiles, vendedores, oficinistas,
amas de casa, panaderos, y cualquier otra ocupación que se nos pueda ocurrir.
Pero ante todo se miraban grandes talentos en el escenario, donde los títulos y
alcances académicos dejaban de ser relevantes, se imponía el talento y la
actuación de alta calidad.
En una oportunidad
nos encontrábamos en el edificio que ocupa actualmente una oficina del
ministerio público, ubicado entre la UP y la Iglesia Capuchinas. Dicho edificio
(que se sabe es propiedad de la UP), había quedado semi-destruido por el
terremoto de 1976, allí, en el primer nivel se recibían algunas clases y se
contaba con otros niveles para ensayos, por supuesto, todo el tiempo sentíamos
la tierra y los cambios de clima casi directamente; en algunos niveles no había
energía eléctrica…
Una noche de
luna llena estábamos en el frontispicio del edificio, un grupo de
aproximadamente 40 estudiantes de diferentes grados, cantando al ritmo de una
guitarra, la velada era verdaderamente impresionante, hasta que oímos que
alguien venía corriendo y dijo asustado con un grito ahogado: ¡El Maestro! y
como arte de magia aquel grupo desapareció por la décima avenida… El maestro
llegó e increpó a un par que logró divisar. Nos vio fijamente queriéndonos
reconocer rápidamente en la penumbra de la noche… éramos dos o tres pelones que
quedamos allí, él preguntó quienes estaban y dijimos que no los conocíamos por
nombre porque éramos nuevos, lo cual era cierto. Le pregunté por qué no
podíamos estar allí y me dijo que el problema no era estar allí, sino que
estábamos casi en la vía pública haciendo mucho ruido y había que respetar a
los vecinos. Al día siguiente regañó principalmente a los de segundo y tercer
grado y a los que esperaban práctica.
En el segundo
momento de mi estancia en la Academia de Arte Dramático de la UP, entre 1992 y
1995 decidí concluir mis estudios de teatro, volví a comenzar desde el primer
grado, el maestro mostraba ya ciertos quebrantos de salud, su personalidad
seguía siendo fuerte, pero no se comparaba con el primer momento, tenía una
serie de personas a su alrededor que parecían influir en él, parecía un tanto
desprotegido y más moderado en su conducta, en esa época ponía en escena las
obras que habían sido exitosas en el pasado.
Cuando me vio
actuar en un par de ejercicios del primer grado me invitó a trabajar en la obra
“El Fabricante de Deudas” en donde tendría que sustituir al gran actor
guatemalteco: Mario Abal -que en paz descanse- él no podía terminar la
temporada y el maestro me propuso que entrara a “torear el personaje”,
realmente tuvimos unos cuantos ensayos en un par de semanas y finalmente logré
la interpretación. Un día en los corredores de la UP me dijo: ¿Usted ya había
hecho teatro verdad? Sí, -le dije- “Usted me dio clases en 1984 y después
estuve en el TAU y en las Muestras de Teatro Departamental Norma Padilla” Con
razón –me dijo- se nota. Esas palabras fueron muy significativas en mi carrera
artística porque me dieron certeza del esfuerzo que venía realizando por
prepararme académicamente en teatro.
Poco después se
enteró que yo tenía un grupo de teatro y que me mantenía activo desde hacía
tiempo, me dijo: ¡Venga para acá, ya me enteré que anda en un grupúsculo de
teatro! Le confirmé que había fundado el grupo Facetas en 1989, pero que en ese
momento mi prioridad era estudiar en la UP y no iba a fallar. Bueno –me dijo-
porque cuando andan con esos “grupúsculos” dejan de estudiar… -Él estaba
enterado de todo lo que ocurría con el teatro y sus estudiantes afuera de la
UP.-
En 1994
participé con mi grupo en un certamen y no ganamos a pesar que tuvimos muy
buena crítica, al llegar a la UP me sorprendió encontrarlo, porque parecía que
me estaba esperando, me dijo: “Fernando, venga para acá, ¿usted participó en el
certamen de hoy verdad? Ya sé que no ganaron, pero que su obra estaba buena.
Usted siga adelante, no se sienta mal, usted tiene mucho que dar al teatro, yo
se que ustedes merecían ganar. No deje de dirigir”. Estas frases fueron muy
inspiradoras para mí, sobre todo porque la vida me llevó a la dirección
escénica, más que a la actuación que es mi mayor pasión.
En su último año
de vida me dio un consejo que marcó significativamente mi forma de abordar la
dirección escénica; por alguna razón se acercó a mí, posiblemente se reflejaba
mi cansancio o había recibido “información” de mi “compulsividad” con el
teatro, me dijo: “Fernando, le voy a dar un consejo, su salud es más importante
que cualquier cosa, hoy tenemos un gran éxito y mañana nadie se acuerda, míreme
a mí, ya estoy grande y bien enfermo, la salud ya no se recupera”…
Realmente fueron
pocos los momentos que estuve cerca de él, porque en este segundo momento quise
evitar comentarios nocivos que eran propios hacia la gente que se mantenía a su
alrededor o buscando su cubículo. Me siento satisfecho y agradecido de haber
sido su alumno, de haber recibido su orientación y consejo. Y que me haya
valorado como actor al darme oportunidades significativas en las obras que
montó en esa época como Pascual Abah, Relajos Matrimoniales, el General Otte y
el Pescado Indigesto entre otras…
El día que lo
llevaron al hospital antes de su muerte fui a verlo a la UP, entonces si entré
a su cubículo, allí estaba acostado en una improvisada cama, su rostro
reflejaba más que dolor físico una profunda necesidad de afecto, se percibía en
él cierta soledad a pesar de estar acompañado de quienes siempre estuvieron a
su alrededor. Cuando lo saludé me dijo “Aquí mire… hoy si creo que ya no
regreso”… “No diga eso le dije, ya va a ver que al rato va estar aquí bien”… le
tapé sus pies y se los froté para darle calor…
Al poco tiempo
falleció mi maestro, ese gran maestro del teatro guatemalteco, quien sigue
presente en mis recuerdos, en mis obras y en mi teatro…